martes, 24 de noviembre de 2009

Fenomenalismo...

Fenómeno, de acuerdo a la RAE: Toda manifestación que se hace presente a la consciencia de un sujeto y aparece como objeto de su percepción.

En la Pedagogía Sistémica resulta de suma importancia y trascendencia poder mirar el fenómeno, cuando digo poder mirar significa contemplarlo de manera íntegra, percibiéndola en toda su dimensión; no lo que quiero ver, sino lo que es, no en términos realistas, sino fenomenológicos.

Amparo Pastor dice:

“El enfoque fenomenológico conlleva exponerse al fenómeno, enfrentarse a la realidad y experimentar el proceso de auto-conocimiento. Describe las vivencias y aclara el sentido que nos envuelve en nuestra vida cotidiana, nuestro significado como seres humanos, en definitiva la experiencia que somos.

La Fenomenología entiende la educación como una dimensión de la vida cuya duración es prolongada y sus efectos duraderos. Podemos hacer de ella una praxis cuya meta sea la transformación de la existencia y no sólo el cambio educativo. En esta época donde los niños están desbordados de información que incita al consumo indiscriminado y al culto de lo novedoso, se hace cada vez más necesaria una enseñanza que integre de forma crítica dicha información, que aliente a pensar por uno mismo y que restaure los valores.La Fenomenología nos enseña que la conciencia es intencionalidad hacia el mundo y que éste es constituido por aquella en la medida en que le da sentido.

La Fenomenología contribuye decisivamente al desarrollo del pensamiento y del ser y es adecuada para mejorar el juicio, el vínculo entre el pensamiento y la acción ( López Sáenz).

Así pues, en la entrega del día de hoy quiero compartir el texto completo de Nuria Oltra Roldán acerca de del fenomenalismo, espero que sea de utilidad para la mejor comprensión del concepto y esto nos lleve a la mejor aplicación de la P.S. dentro de nuestras aulas...

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Realismo versus Fenomenalismo

Nuria Oltra Roldán1

Desde el principio de la Humanidad hasta el día de hoy, el hombre ha tratado de satisfacer su curiosidad buscando respuesta al origen de las cosas, del mundo, e incluso, cuestionando su propia existencia. La admiración natural nos acompaña a cada paso que damos. Al principio era el pensamiento mítico el que con la imaginación, la personificación y la atribución de grandes poderes a los dioses, daba respuesta al repertorio de interrogantes que acechaban al hombre primitivo. Con la llegada de nuevos problemas políticos, sociales y económicos, y el progresivo desarrollo de nuestros conocimientos, se hizo evidente la insuficiencia explicativa del mito, surgiendo así el conocimiento racional y la explicación científica.

Tarea de los filósofos es dar respuesta racional y lógica a todas las cuestiones que se le han ido planteando al hombre a lo largo de su historia. Entre todas las preguntas que han despertado su interés hay una en particular que ha dado mucho que hablar: “¿Qué se nos da directamente a través de la percepción?” Esto es, cuando miramos un objeto, ¿de qué nos damos cuenta primero?, ¿cuál es el objeto de la percepción? En primer lugar, ¿tenemos claro qué es percibir? La percepción es un proceso mediante el cual organizamos, interpretamos y estructuramos los estímulos captados por nuestros sentidos, dotándolos de significado; es, pues, una aprehensión de la realidad a través de los sentidos. La percepción se haya condicionada sobre todo por factores subjetivos tales como nuestras experiencias pasadas, nuestra educación y cultura, y por los esquemas cognitivos que ya se hayan formado en nuestro cerebro.

Cognición hace referencia a conocimiento, por lo tanto, un esquema cognitivo es “un modelo supuestamente existente en el cerebro, y cuya génesis ha sido debida a aprendizajes anteriores. Mediante él es posible adquirir nuevos conocimientos y ordenar las percepciones que proceden del mundo exterior.”2

El tema de la percepción es más complejo de lo que parece, pudiéndose distinguir, al menos, tres grandes cuestiones.

La primera es de carácter fisiológico: nuestro sistema perceptivo abarca una gran gama de estímulos; sin embargo, el ser humano no percibe todo lo que hay. ¿Cómo es posible esta contradicción? Como sabemos, los seres humanos sólo podemos captar el espectro electromagnético que va del rojo al violeta, esto es, nuestra retina sólo puede ser estimulada por ondas electromagnéticas de una longitud entre 380nm y 700nm, incapacitándonos para percibir estímulos con una longitud por debajo de 380 o superiores a 700nm, que serían los infrarrojos y los ultravioletas. Nuestro sistema auditivo sólo recoge vibraciones mecánicas del aire o de otros cuerpos comprendidas entre 16 y 20000 Hz. Nuestras células gustativas sólo son capaces de distinguir los cuatro sabores básicos (ácido, amargo, dulce y salado). En cuanto al olfato, ni siquiera existe en la actualidad una clasificación universalmente aceptada que vaya más allá de la distinción entre: fragantes, pútridos, etéreos, quemados, resinosos y aromáticos. Pero sabemos que algunos animales poseen los órganos de los sentidos más evolucionados o mejor dotados (como queramos llamarlo) que los nuestros, preparados para ver, oler, u oír cosas que nosotros naturalmente no podemos. La mayoría de los insectos “poseen ojos compuestos, esto quiere decir que cada ojo está formado por centenares de facetas, que suelen estar dispuestas en hexágonos,”3 las cuales les permiten percibir con toda precisión hasta el más mínimo movimiento (lo que hace que sean tan difíciles de capturar), además de proporcionarles una visión ultravioleta. Otro ejemplo conocido por todos es el de los murciélagos, que “ven” en la oscuridad por medio de ondas sonoras que nosotros no podemos captar. “Lanzan chillidos muy agudos. Las ondas sonoras chocan contra cualquier objeto que esté en su camino y vuelven al murciélago en forma de eco. En el cerebro del murciélago se forma una “imagen sonora” que permite al animal dirigirse directamente a la presa.”4 Sin embargo, los humanos somos superiores porque percibir no es sólo la captación de estímulos, sino el modo de interpretarlos, y es aquí donde radica la gran diferencia entre le percepción animal y la nuestra. Sin darnos cuenta hemos introducido el segundo punto importante de la percepción, el aspecto psicológico: ¿percibimos todos de igual modo? Está claro que no. Los principales componentes de la percepción son la recepción sensorial, la simbolización conceptual y las “determinaciones emocionales”.

Un mismo estímulo puede transmitirnos diversas sensaciones. Un perro puede producirnos sensación de alegría; en cambio, a otros les provocará miedo. Lo que a unos les parece gracioso a otros les parece ofensivo, lo que para unos es verde para otros es azul. ¿Cuál es el color real? ¿Quién tiene razón? Nunca lo sabremos, por tanto, podemos decir que la interpretación de los estímulos que captamos es “personal”, y en ella, como ya dijimos, influyen factores subjetivos (cultura, experiencias anteriores, aprendizajes).

Nuestras percepciones, en resumen, sólo pueden ser o parecerse a nuestras percepciones.

La última cuestión implicada es un problema filosófico al que abre paso esta pregunta: ¿qué es lo que recibimos directamente a través de la percepción? Aún no se ha encontrado una solución válida y satisfactoria a este problema, ni a los muchos que de él se derivan, pero una cosa está clara: sólo hay dos posturas para elegir. Una es la que dice que lo que percibimos son “objetos físicos” y la otra que lo que percibimos son... ¿datos sensoriales? Sí, sí, “datos sensoriales”, tal y como suena. La mayoría de las personas corrientes, siguiendo la postura “realista”, afirmarían con toda seguridad que lo que percibimos son objetos físicos, ya que los pueden ver y tocar, y esto no sería posible si no existieran. Pero es sabido que, como sostiene la postura “fenomenalista”, antes de ver un objeto en nuestro cerebro se suceden gran cantidad de complejos procesos, cuya respuesta es un dato sensorial y cuyo último eslabón es la visión del objeto en sí. Pero no avancemos una respuesta a la ligera sin antes conocer en profundidad y saber en qué se basan ambas teorías, que a primera vista parecen válidas.

Basándome en la información recopilada y mi experiencia personal, adelanto mi propósito de defender, sin duda, la postura fenomenalista. Aún siendo consciente de que ésto daría un giro de 360º a nuestra manera de percibir el mundo real, creo que, efectivamente, son datos sensoriales lo que percibimos directamente. El realista no encuentra ningún problema ante la pregunta de qué es lo que percibimos directamente y, prácticamente, lo único que hace es poner objeciones e inconvenientes a los argumentos (bastante lógicos a mi entender) que defienden los fenomenalistas, sin prestar atención a sus propios argumentos, que en ocasiones incluso se contradicen. La postura de los realistas es muy cómoda y sencilla: lo que percibimos inmediatamente son objetos físicos y no hay que darle más vueltas, no hay necesidad de hacerse más preguntas.

Pero, por muy convincente que parezca la aceptación de esta postura, siempre quedan “lagunas”, no es una teoría aplastante que deje a un individuo plenamente satisfecho, y esto es lo que pretende subsanar el fenomenalismo afrontando el reto escéptico con estrategias novedosas. Sabemos que el escepticismo se nos presenta en dos grados: el grado radical, que niega posibilidad de conocimiento, y el grado moderado, que admite la posibilidad de conocimiento o que cuestiona el conocimiento ya existente. El fenomenalismo acepta el primer paso del argumento escéptico según el cual nuestro conocimiento de los objetos físicos no es directo o inmediato; en cambio, rechaza el segundo, en el que se afirma que la inferencia (razonamiento) no puede ser deductiva.

La tercera premisa dice que la inferencia tampoco puede ser inductiva; por tanto, dado que no hay conocimiento directo de los objetos físicos y tampoco pueden inferirse deductiva ni inductivamente, debemos abandonar nuestras pretensiones de conocimiento, e incluso, de creencia justificada respecto a otros objetos de conocimiento.

Hablamos de fenomenalismo en sentido amplio cuando nos referimos a cualquier postura que considera que los hechos físicos no son sino complejos de datos sensoriales. Como señaló Ayer, el padre del fenomenalismo analítico, “los objetos físicos son construcciones lógicas a partir de datos sensoriales”5. Pero, ¿por qué confiar en el dato sensorial?, ¿por qué poner nuestra existencia (por lo menos la mía) en sus manos? Describiré las características más notables del dato sensorial: es incorregible, ya que no se puede ir más allá de él, proporciona gran “exactitud” a la hora de describir lo que percibimos y, según Ayer, nos enseña algo acerca de la naturaleza de los objetos; es un lenguaje de más hondo calado en la realidad y hay un sentido en el que el lenguaje del dato sensorial es lógicamente anterior al lenguaje de objetos físicos. 6

Sea como fuere, la teoría del dato sensorial se ha apoyado en tres argumentos muy sólidos: el argumento de la ilusión, la teoría causal de la percepción y el argumento del hiato-temporal. En primer lugar voy a recurrir al argumento de la ilusión: está claro que las ilusiones existen y existen porque se dan, y aunque en toda nuestra vida sólo le hubiera ocurrido a una sola persona, se podría decir igualmente que las ilusiones perceptivas están ahí. Entendemos por ilusión “un error de los sentidos o del entendimiento que nos hace tomar las apariencias por reales”7. Como muy bien se indica en esta definición de ilusión, la vista es un sentido y, como en los demás, es necesario un estímulo que vaya directamente al cerebro para así poder interpretarlo. En el caso de las delusiones (ilusiones, alucinaciones, etc.), éstos datos se procesan erróneamente, dando lugar a confusión. Si realmente lo primero que percibiéramos fueran objetos físicos nunca nos equivocaríamos y, por tanto, nunca tendríamos ilusiones de ningún tipo. Pero se dan distintos casos de ilusiones sensoriales. Una de ellas es la que provoca que identifiquemos equivocadamente un objeto, ¿quién no se ha equivocado de persona alguna vez? A todos nos ha pasado. Esto sucede porque el cerebro confunde las características de alguien conocido (archivadas en su interior) con las de una persona que las tiene parecidas, teniendo posteriormente la ilusión de que es esa persona que conocemos.

Luego tenemos los casos de variaciones en la apariencia del objeto debidas a diferentes factores como: la iluminación, la distancia, la existencia de medios de distorsión y el estado psicológico del sujeto. Además de éstos, también influye el factor cultural: “La percepción no es un proceso que venga determinado por los mecanismos fisiológicos de los sentidos y el cerebro. Muchos otros elementos educativos y culturales interviene en ella”8. Existen claros ejemplos, pero uno de los que más recuerdo es el que sucedía en una tribu africana: en ella consideraban a la vaca como un animal sagrado y las mujeres de la tribu embadurnaban sus cuerpos con excremento de vaca para resultar más deseables. Y así era, porque cuando los hombres olían esta mezcla explosiva se despertaba en ellos un gran deseo sexual. A nosotros, dada nuestra cultura y educación, esta práctica nos parece un tanto asquerosa.

En relación con la variación de la percepción en cuanto a la distancia, pondré como ejemplo una experiencia personal: cuando era pequeña y miraba la famosa “Cruz de la Muela” de la sierra de Orihuela, me preguntaba quién habría sido el loco que había subido a lo alto de la montaña para colocar en su punta aquella diminuta cruz de madera. Hasta que no subí y la vi de cerca no cambié de opinión.

¿Quién ha sido capaz de distinguir el azul marino del negro en una zapatería?

Este sería un ejemplo de variación de la percepción a causa de las diferentes intensidades de luz.

Otro ejemplo que representa el caso de la variación perceptiva en cuanto a la existencia de medios distorsionadores sería el que podemos observar cuando, por ejemplo, comprobamos que una simple grieta (casi imperceptible) de un huevo aumentada en el microscopio da la sensación de ser una tenebrosa y profunda caverna 9.

Por último, el estado anímico del sujeto: sus motivaciones, actitud, intereses, salud, etc., y otros muchos factores psicológicos, pueden producir variaciones en nuestra manera de ver el mundo. ¿Quién no se ha levantado un día y se ha dicho: “Hoy es un gran día” tan solo por el hecho de estar con la persona amada?

El argumento de la ilusión desemboca en ocasiones en un caso extremo, que es la alucinación total. La alucinación no consiste en un simple error o confusión con otro objeto o persona. Esta alucinación se produce sin necesidad de estímulo, es una sensación subjetiva (conocida por nosotros mismos) que no va precedida de impresión en los sentidos.

En general, lo que nos quiere dar a entender este argumento es que no hay signos que permitan hacer la distinción entre experiencias delusivas inmediatas y la percepción inmediata normal; es decir, no podemos distinguir lo que es real y lo que no lo es. Si fuera cierto que lo que vemos directamente son objetos físicos, no tendríamos ningún problema en refutar esta argumentación. Lo primero que vemos es lo que hay, lo que es.

Luego, las delusiones, ¿qué son?, ¿por qué surgen? Un pequeño intento por parte de los realistas de minimizar las consecuencias teóricas del argumento de la ilusión es su objeción del pragmatismo, argumento que paradójicamente, si se analiza con detenimiento da la razón a los fenomenalistas. Este sostiene que como las delusiones son tan excepcionales (ya hemos comprobado que no), no parece sensato abandonar la teoría realista, ya que ésta es válida para la mayor parte de nuestras percepciones. En primer lugar, esta réplica no aporta ninguna prueba a favor de la tesis realista y, en segundo lugar, como ya he dicho antes, confirma la existencia de ilusiones y, por tanto, la validez del argumento de la ilusión y, en consecuencia, va aclarando la respuesta a la pregunta: ¿qué se nos da directamente a través de la percepción?

Otra de las objeciones de los realistas arguye que si se eliminaran los medios distorsionadores se acabarían las ilusiones. Al parecer, los realistas no se han parado a pensar que aunque se eliminarán los medios de distorsión las ilusiones se seguirían manifestando. ¿Acaso existe algún medio distorsionador en la situación cotidiana de confundir una persona con otra? La respuesta es que no, al igual que en el caso de la variación de la percepción según el estado del sujeto.

El más fuerte de los argumentos realistas es el de la constancia perceptiva. Sostiene que no percibimos todos los datos sensoriales, es decir, que nuestro cerebro selecciona la información, porque si no fuera así, nuestra mente sufriría una sobrecarga sensorial, esto es, un colapso. Añade que el color es la cualidad de los objetos para absorber y reflejar los componentes rojos, amarillos y azules de la luz policromática con respecto a los demás objetos de la escena. De manera que cuando las condiciones lumínicas varían, nuestra mente incorpora una luz fantasma a la fuente luminosa real percibiendo así el verdadero objeto físico y su color. También se afirma que nuestro sistema perceptivo garantiza la constancia perceptiva en cuanto a la forma y tamaño, de modo que no importa la perspectiva ni la distancia ya que, según esta teoría, el objeto se mantiene igual.

Pienso que si con este argumento los realistas intentan desbaratar el argumento de la ilusión, no lo consiguen, ya que las ilusiones se van a seguir produciendo por mucho que ellos se nieguen a aceptarlo. Además, aquí no se discute sobre si los objetos son dependientes de la distancia, luz o perspectiva con la que se los mire, sino sobre si lo primero que percibimos son objetos físicos o datos sensoriales; todo lo demás es secundario. Se mantenga o no la constancia perceptiva, ¿siguen siendo datos sensoriales lo primero que recibo al mirar un objeto?, ¿siguen produciéndose en el cerebro una serie de complejos procesos que me permiten ver el objeto en sí? Todos sabemos la respuesta. Y si tuviera que ver realmente con lo que aquí se discute, diría que teniendo en cuenta la visión de otros animales (por ejemplo, del perro, que ve en tonos muy claros), ¿cuál diríamos que es el color real?, ¿por qué afirmar que nuestra percepción de las cosas es la correcta? Y si es así, ¿quién lo decide?. Y en el caso de los daltónicos, ¿por qué ellos, que sufren las mismas variaciones de la luz, no ven el mundo como nosotros? ¿Por qué no somos nosotros los que vemos mal? ¿Sería justo emplear el término “ver mal”?

Los realistas podrían decir que al referirnos al “mundo de los objetos físicos” y al “mundo de los datos sensoriales” en realidad estamos hablando de lo mismo pero en distinto lenguaje. Pero situémonos, recordemos cuál era la pregunta que abría el debate.

Era ésta: ¿qué es lo que recibimos directamente cuando percibimos? Ahora bien, ¿qué intentan decirnos los realistas con esta teoría? ¿Acaso qué no hay ninguna diferencia entre una respuesta y la otra?, ¿qué da igual?. Dudo mucho que éste sea ni siquiera un argumento a favor del realismo.

No hace mucho se descubrió que la luz del Sol tarda aproximadamente 8 minutos en propagarse y llegar hasta nosotros; así, el Sol que percibimos es el Sol de hace 8 minutos.¿Cómo afirmar que este fenómeno no afecta a la percepción “directa” de los objetos? Señores realistas: ¿seguro que lo primero que percibimos es un objeto físico?

Otro argumento, en este caso el del hiato-temporal, parece contundentemente desmentirlo.

Nos centraremos ahora en el argumento conocido como teoría causal de la percepción: “Este argumento se basa en el descubrimiento científico de que antes de que podamos percibir algo, tiene que iniciarse en el objeto una cadena de procesos que, a través de nuestros órganos sensoriales, llegan al cerebro” 10. Russell todavía matiza más esta idea en el capítulo XX de Análisis de la materia, titulado precisamente “La Teoría Causal de la Percepción”, donde afirma: “La ciencia sostiene que cuando “vemos el sol” se produce un proceso que comienza en el sol, atraviesa el espacio entre éste y el ojo, cambia de carácter al llegar a éste, cambia nuevamente en el nervio óptico y en el cerebro, y se produce finalmente un suceso que llamamos “ver el sol”. Nuestro conocimiento del sol resulta, con ello, deductivo; nuestro conocimiento es un suceso que, en cierto modo, ocurre “en nosotros””11.

En definitiva, podemos concluir dos cosas: que no hay conocimiento directo de los objetos físicos y, por otra parte, que las percepciones poseen causas externas a partir de las cuales podemos realizar ciertas deducciones. Esta teoría es muy válida, ya que descansa en averiguaciones científicas. Además, la vista es como cualquiera de los demás sentidos que poseemos; si describiésemos el proceso “oír música” descubriríamos que es necesario un “estímulo” para que se lleve a cabo tan agradable experiencia perceptiva. Luego, si afirmamos que la vista es un sentido, ¿por qué no afirmar también que como los demás necesita un estímulo para que se active? Dicho estímulo es necesario también para que el cerebro lo pueda interpretar. Tanto el dato sensorial que percibe nuestro oído, como el dato sensorial que perciben nuestros ojos son interpretados por nuestro cerebro, y esta cadena de sucesos desemboca en el acto de “ver” u “oír”.

Para terminar añadiré un experimento concluyente, al menos para mí, a favor del fenomenalismo, llevado a cabo por científicos americanos con un hombre ciego y que tuve ocasión de ver en un documental12. Pudo comprobarse con asombro cómo un ciego fue capaz de interpretar unos datos sensoriales procedentes de la inserción en su cerebro, mediante cables y un orificio situado en su cabeza, de una serie de estímulos, pareciendo así que, aun sin el sentido de la vista, podía ver. En un monitor podían apreciarse las imágenes (desde luego, muy simples) que se le estaban introduciendo al paciente y cómo éste, al ser preguntado por lo que percibía, respondía correctamente describiendo la imagen que aparecía en el monitor sin ningún tipo de problemas. A mi juicio, este caso destroza todas las teorías realistas y confirma, casi con rotundidad, que lo que percibimos son datos sensoriales, y que, por lo tanto, la postura correcta es la fenomenalista.

Hace unos meses yo creía que lo que vemos directamente son objetos físicos, pero al ir adentrándome en el estudio de la percepción empecé a darme cuenta de lo ingenua que había sido. A cada idea que he ido pensando y a cada palabra que he ido escribiendo he estado más convencida de que lo que percibimos son datos sensoriales, y de que aunque no tengamos el objeto delante podemos recordarlo casi igual que si lo estuviéramos viendo delante, y de que nos puede transmitir las mismas sensaciones aún no viéndolo directamente. Los argumentos fenomenalistas son claros y lógicos, los documentales de apoyo que he tenido la ocasión de ver me han servido de gran ayuda.

Pienso que, una vez nos asalta la duda escéptica, las teorías realistas se revelan muy pobres y que, si se me permite la osadía, creo que debería reflexionarse sobre ellas y cambiar lo que se tenga que cambiar pronto. Ningún argumento ni objeción realista ha estado a la altura de las circunstancias o, por lo menos, a mí no me han convencido.

Para concluir definitivamente, y porque creo que viene a cuento, me gustaría traer hasta aquí una poesía de Miguel Hernández. Me llena de orgullo ver que este oriolano también se cuestionó el tema de la percepción, que reflejó en esta hermosa poesía:

“El mundo es como aparece

ante mis cinco sentidos,

y ante los tuyos que son

orillas de los míos.

El mundo de los demás

no es el nuestro: no es el mismo.

Lecho del agua que soy,

tú, los dos, somos el río

donde cuanto más profundo

se ve más despacio y límpido.

Imágenes de la vida:

a la vez las recibimos,

nos reciben, entregados

más unidamente a un ritmo.

Pero las cosas se forman

con nuestros propios delirios.

El aire tiene el tamaño

del corazón que respiro

y el sol es como la luz

con que yo le desafío.

Ciegos para los demás,

oscuros, siempre remisos,

miramos siempre adentro,

vemos desde lo más íntimo.

Trabajo y amor me cuesta

conmigo así, ver contigo;

Aparecer, como el agua

con la arena, siempre unidos.

Nadie me verá del todo.

Ni es nadie como lo miro.

Somos algo más que vemos,

algo menos que inquirimos.

Algún suceso de todos

pasa desapercibido.

Nadie nos ha visto. A nadie

ciegos de ver, hemos visto.13

1 Nuria Oltra Roldán es la ganadora del V Premio Juvenil de Ensayo “Francisco Cascales”.

2 J.M. García Gutiérrez, Psicología, Madrid, ed. Laberinto, 1998, p. 368.

3 AA.VV., Enciclopedia visual de los seres vivos III, Madrid, ed. El País/Altea, 1993, p.15.

4 Op. cit., p.19.

5 A.J. Ayer, “ Phenomenalism”, en Philosophical Essays, Londres, Macmillan, 1954, p. 142.

6 Ibidem.

7 Pequeño Larousse, Barcelona, Ed. Larousse, 1987, Pág. 481.

8 J.M. García Gutiérrez, Psicología, Madrid, ed. Laberinto, 1998, p. 124-5.

9 Un mundo invisible”, National Geographic Society, vídeo nº 2, Tri Pictures, 1992.

10 D.M. Armstrong, La percepción y el mundo físico, Madrid, Tecnos, 1996, p. 171.

11 B. Russell, Análisis de la materia, Madrid, Taurus, 1976, p. 231.

12 Un mundo invisible”, National Geographic Society, vídeo nº2, Tri Pictures, 1992.

13 M. Hernández, “El mundo es como aparece”, Obras Maestras de la Literatura Contemporánea,

Barcelona, Seix Barral, 1984, p.137.


Recopiló: Guillermo Lora Santos / nov.2009. / México.

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